miércoles, 17 de diciembre de 2008

La Carta


Y en aquel frondoso árbol, sellé de mi amor tu piel…
a pesar de saber, que tus besos no serían ya míos.
El olor a despedida de aquel encuentro

ocupó el lugar de la ilusión.
Y entonces, allí quedaron los versos,
a su pie.
Allí quedaron los sueños
a su pie…

allí quedó el azul de una historia de siglos,
las promesas de eternidad,
los encuentros nocturnos...
los secretos...
Casilda

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